
Cada vez que se convoca a una concentración como la del 1 de septiembre, no puedo dejar de recordar aquel 11 de abril de 2002. Llevábamos casi tres días esperando la llamada que nos confirmaría el lugar donde nos tendríamos que mover para grabar el pronunciamiento del Alto Mando Militar y tener la primicia de aquella noticia, recuerdo que una noche me tocó dormir en un piso en Parque Central con todo el equipo, de cámaras, luces y micrófonos. Hasta que una llamada de Orlando Urdaneta al comienzo de la mañana de aquel 11 de abril, me confirmó donde sería la reunión. Hay momentos de la historia que tú no eliges para estar ahí, son esos momentos los que te eligen a ti. Como pudimos, salimos con el equipo al piso 8 del edificio Kira en la avenida Libertador, oficina del expresidente de algo que se llamaba desde hace muchos años antes Pro-Venezuela. A eso de las diez de la mañana ya habíamos comprobado que desde uno de los balcones de la oficina teníamos a la vista a las antenas repetidoras de Mecedores en el cerro Ávila, para ubicar allí la antena de microondas que transmitiría en vivo y en directo el mensaje del alto mando militar, encadenando las señales de televisión a nivel nacional y tumbando inclusive la señal de Venezolana de Televisión, donde ya se preparaba el famoso discurso de Hugo Chávez, para ocultar la multitudinaria marcha al resto del país y lo que ya tenían planeado: la muerte de personas inocentes a manos de francotiradores del ejército venezolano, que también llevaban pocos días asentados en sus lugares de posición en las azoteas de algunos edificios de la avenida Baralt.
Una vez que llegamos a la oficina nos instalamos con el equipo de cámaras y luces en la sala de reuniones, por ser el espacio más grande de la oficina. A eso de las 12.30 horas comenzaron a llegar los generales, algunos vestidos de civil, con sus uniformes en bolsas negras y ninguno con escolta. Orlando Urdaneta llegó con su primo, el contralmirante Daniel Comisso Urdaneta. Después de 14 años de aquella aventura no recuerdo con precisión las horas, pero creo que sobre las 13.00 horas ya estaban redactando el documento que leería el vicealmirante Héctor Ramírez Pérez. Se respiraba un ambiente de tensión y nerviosismo, un coronel que también era abogado comenzó a redactar con un bolígrafo el texto que leerían.
Antes de la lectura del documento, Orlando Urdaneta empezó a colocar a los militares que aparecerían en el vídeo, como cuando los maestros ordenan un coro de niños cantores: unos le preguntaban si deberían salir en posición firmes con las manos abiertas y apoyadas en el antemuslo (como lo hacen ellos después del saludo frente a otro militar de rango superior), o en posición firmes con las manos detrás. Orlando Urdaneta les comentó: “Aparecer con las manos detrás es señal que escondes algo, por eso todavía el Vaticano no ha canonizado al Doctor José Gregorio Hernández”. Eso puso fin a unos 20 minutos de disertaciones e intercambio de ideas sobre la posición de las manos y como deberían tenerlas colocadas.
Ya teníamos todo a punto y, desde su celular, Orlando Urdaneta lanzaba maldiciones a Alberto Federico Ravel, porque la microondas que nos enviaría a última hora (pienso que sintió miedo o lo aconsejaron) decidió no enviarla, y el pronunciamiento del alto mando militar sin esto no podría salir en cadena nacional. Como se había planeado, en Mecedores (que no estaba tomada por militares en ese momento) el operador de guardia sólo esperaba la comunicación por radio para conectarnos a nivel nacional. Pero eso ya no sería posible. Indirectamente, por intereses o por cobardía, estaban enviando a la gente que marchaba directa a las balas de los francotiradores.
En lugar de la microondas llegó al lugar la periodista de Globovisión, Mayela León con un equipo de camarógrafos, uno de los cuales, al enterarse de lo que pasaba, salió corriendo como un loco sin escuchar nuestros gritos para que no se fuera, porque poco faltó para que le dispararan. También llegó con Mayela León el equipo de noticias de CNN con Otto Neustadt, que en ese momento era el corresponsal en Venezuela. La histeria y el nerviosismo que tenía este señor dejaba mucho que desear de su profesionalidad, por no decir que su actitud en ese momento era la de un cobarde cagado en sus pantalones, cosa muy distinta tengo que afirmar de la actitud de su productora, una mujer de cabellos rubios y alta, que casi estuvo a punto de abofetearlo. Después de los hechos Neustadt aparecería como todo un héroe y analizando vídeos y hablando estupideces.
Llegaron todos y ninguno sin la microondas. Justo antes de comenzar a grabar por radio transmisor nos llegó la noticia de que acababan de asesinar al fotoreportero Jorge Tortoza. Él fue uno de los primeros que asesinaron en la avenida Baralt. La mayoría de los asesinados tenían disparos certeros en la cabeza, los francotiradores militares se daban un festín con los civiles que marchaban pacíficamente. A día de hoy, 14 años después, nadie es responsable de la muerte de Jorge Tortoza ni de las muchas muertes que ocurrieron aquella tarde. Se comenzaron a escuchar lamentaciones y el llanto de Mayela León; ya Otto Neustadt empezaba a necesitar una dosis de Válium o unas buenas bofetadas, y en vista que no había microondas, se decidió grabar un vídeo.
En ese momento recordé que nuestra gloriosa historia está llena de chapuzas y algunas de vaina salen bien y se convierten en épicas hazañas. Como los militares son un poco retrasados y más aún si son abogados, al fulano coronel y abogado que redactó el documento se le olvidó colocar unas palabras donde debían ir y al escuchar el vídeo fue que se dio cuenta, de manera que fue necesario hacer otra grabación, y otra vez salió Orlando Urdaneta a reacomodar a los generales del alto mando en sus puestos para el nuevo vídeo, donde todos querían salir para figurar en la historia o en la cagada que estábamos haciendo.
Los generales optaron por algo muy tecnológico. Como los venezolanos somos muy dados a las nuevas tecnologías, se les ocurrió la brillante idea de inventar el golpe de estado por teléfonos celulares. Recuerdo que bajaron en dos ocasiones a comprar en los kioscos de la avenida Francisco de Miranda, todas las tarjetas telefónicas Digitel que pudiesen tener los vendedores, otro salió a comprar teléfonos móviles que en aquella época eran de tarjeta, aquello se transformo en un centro subversivo de telecomunicaciones: unos raspaban para introducir el código de la tarjetas, otros colocaban las tarjetas Sim dentro de los celulares para que funcionaran y los generales llamaban a los cuarteles.
En Venezuela, y no sé si en el resto del mundo será así, en el ámbito militar los generales son una especie de gerentes, o sea, que no comandan tropas de asalto y combate. De eso se encargan los Comacates (comandantes, tenientes y capitanes). A mi memoria llegan las imágenes de aquellos campechanos generales, saludando a los comandantes de los batallones a través de sus celulares con un:
-¡Épale! ¿Cómo está la vaina? ¿Sabes que el domingo que viene tenemos una partida de dominó?
Escuchaban un rato y después seguían:
-¿Sabes lo que está pasando? ¿Estás con nosotros, verdad? ¡Cuidao con una vaina!
Luego decían en voz alta al resto de los que estábamos allí:
-¡Listo! El cuartel de guasipatí está con nosotros ¡nojoda!
Aquello era tan surrealista, un golpe de estado donde los muertos corrían por cuenta de los civiles, porque en los cuarteles no se escuchó pero ni el ruido de un petardo. Tanto me impresionó aquello que agarré la cámara y comencé, turnándome con mi compañero, a grabar aquellas conversaciones. Me había preparado tanto que tenía baterías y cinta para sobrevivir varios meses grabando.
Memorable fue la cuña que grabamos con el vicealmirante Héctor Ramírez Pérez sobre Digitel, para después bromear con el presidente de la empresa en Venezuela, William Nazaret, y aprovechar a tomarnos unos whiskies con él cuando todo terminara. También recuerdo la conversación del contraalmirante Daniel Comisso Urdaneta, uno de los más serios del grupo, cuando le gritaba al que comandaba las tanquetas que se dirigían a Caracas para apoyar el plan Ávila que el mismo Hugo Chávez había ordenado ejecutar. Aquello fue de hombre a hombre, todavía resuenan en mi cabeza aquellas palabras: -Tú me conoces desde la Academia Militar ¿no?, tú sabes de lo que soy capaz y si esas tanquetas llegan a Caracas y se derrama más sangre, tú y yo nos vamos a encontrar y me pagarás con tu vida!. Las tanquetas nunca llegaron a Caracas, se detuvieron a mitad de camino de la ciudad de Maracay, de donde habían salido.
Al final de la tarde de aquel 11 de abril Hugo Chávez nuevamente era detenido y conducido al Fuerte Tiuna. Pasadas las 10 de la noche, después de la llegada de la periodista Ibeyise Pacheco a la oficina donde nos encontrábamos, con un equipo de Venevisión para entrevistar en exclusiva a los militares salvadores, salimos en varios coches hacia el Fuerte Tiuna. Sólo fuimos tres civiles entre el alto mando militar los que entramos a las oficinas del Ministerio de la Defensa en el 5º piso, si mal no recuerdo.
Héctor Ramírez Pérez me encargó la gestión del acceso de los periodistas a la rueda de prensa que darían los pocos militares que apoyaban a Hugo Chávez en ese momento. Ahora recuerdo que es la única vez que he tenido escolta, de manera que me convertí en una especie de jefe de protocolo de prensa de la nueva y breve Venezuela. Conducía a los compañeros periodistas al espacio donde se informaría de lo que había pasado, por parte del ministro de defensa, el general Lucas Rincón Romero y sus generales. En aquel inmenso salón del Fuerte Tiuna daba la impresión que saldrían a jugar el juego de las sillas, porque al principio habían alrededor de unas 10 sillas, y cada cierto tiempo, y mientras los generales negociaban a puerta cerrada, enviaban a un cabo que retiraba dos sillas, después de unos minutos salía nuevamente el mismo cabo y retiraba dos más y así hasta que sólo quedaron tres.
En la madrugada del 12 de abril de 2002, el general Lucas Rincón, en nombre del Alto Mando Militar venezolano, anunció que le habían solicitado la renuncia a Hugo Chávez, y afirmó que éste había aceptado, lo cual fue desmentido posteriormente, como todo lo que ocurrió después.
Si Venezuela fuese un país con una dirigencia política y empresarial seria, a partir de ese momento se habría escrito otra historia. Hubo un momento en el que se pudo salir de Hugo Chávez, que ya asomaba sus garras de dictador. Se sabía que él no era un gobernante de perfil democrático, ya se veía venir lo que está ocurriendo en la Venezuela de hoy y continuará por muchos años más.

Pero los intereses siempre van al cauce de los gusanos, que manejan todo para hacerse mas ricos y ambicionar más poder y nunca a favor de los que trabajan por el país (ahora me viene a la memoria que España lleva ocho meses sin gobierno).
El empresario Isaac Pérez Recao armó una especie de “Gestapo” para cazar cabezas de ministros Chavistas saltándose cualquier ley (como ahora lo hace ahora Nicolás Maduro con dirigentes políticos, empresarios, periodistas y estudiantes). Al empresario Pedro Carmona Estanga una élite con poder económico en el país le montó en sólo unas cuantas horas una presidencia arbitraria y totalitarista y en la dirección de Globovisión brindaban y festejaban abriendo botellas de wisky y champagne. La Bolsa de Caracas experimentó una subida histórica en muchos años, una parte del país se embriagó en su propia fantasía. Pero el remedio que vendría sería peor que la enfermedad.

Venezuela es un país de caudillos, de guapos apoyados, de líderes que pasan por encima de un pueblo ignorante y conformista, que creen que el suyo es el mejor país del mundo, pero en realidad es ese pobre país que la “viveza criolla venezolana” ha llevado a donde se encuentra ahora.
La madrugada del 14 de abril Hugo Chávez regresó al poder como un Cristo redentor, después de haber llorado bastante en su corto cautiverio, lo demás ya está escrito en la Wikipedia.
La oposición política en Venezuela, por intereses, por falta de sensatez, por tener políticos que alimentaban su ego y todos los días se miraban al espejo, perdió la oportunidad de salir de un dictador. No se puede hablar de democracia y menos pretender salir de un gobierno dictatorial por vías constitucionales, cuando a ese gobierno no le interesa para nada la democracia y controla todos los poderes del Estado.
En política, los errores se pagan muy caro y más aún si vives en los países del llamado tercer mundo. A día de hoy, ya no recuerdo cuántas marchas de más de un millón de personas se han convocado sin lograr nada a cambio que no sea una efímera alegría en las almas de un pueblo engañado y pasivo. La oposición y el gobierno se turnan para darle al fuelle de la esperanza cada vez que se les desinfla y mantener vivos sus intereses, como ocurrió este 1 de septiembre.

Ya van muchas muertes, son miles las que cosecha el hampa que ampara el gobierno y así seguirán, porque faltan muchos años para que termine esto, que de seguro durará el mismo tiempo que duró la cuarta república, unos 50 años.
Todos los venezolanos hemos perdido mucho en estos años, los que estamos regados por el mundo y los que aún continúan en ese calvario. Los que sufren en las colas para comprar medicinas o alimentos, los políticos de la oposición que mantienen sus negocios con el gobierno, los que se llenan los bolsillos robando amparados por la impunidad, los militares que golpean a la gente humilde y trafican en su imperio del narcotráfico. Todos ellos están construyendo un país de inmigrantes, roban y mientras roban, le roban el país a sus hijos.